30.6.06

El Caos XXV: Abandono

Abandono todo intento de protagonismo
porque no me gusta ser ejemplo.
Abandono todo intento de súplica
porque no es el mejor comentario
Abandono todo intento de conformismo
porque no me presta opciones.
Abandono todo intento de envidia
porque prefiero admirar.
Abandono todo intento de rencor
porque no me permite olvidar.
Abandono todo intento de orgullo
porque no me deja escuchar.
Abandono todo intento de huída
porque no consigo permanecer.
Abandono todo intento de lástima
porque no me vale la pena.
Abandono todo intento de fantasía
porque no sé donde piso.
Abandono todo intento de engaño
porque no todo es mentira.
Abandono todo intento de confusión
porque no me deja abrir los ojos.
Abandono todo intento de apatía
porque al mal tiempo, buena cara.
Abandono todo intento de hipocresía
porque lo convierte todo en monotonía.
Abandonado todo intento de venganza
porque lo transforma todo en obligación y competición.

Abandono cualquier intento de rendirme
porque podré estar mejor o peor pero si de algo estoy seguro es que todos los días no son iguales
y que no gobierna el mástil más alto sino que lo hace aquel que es más firme.

Y firme quiero mantenerme para poder verlo todo desde arriba
pero con la humildad del que empieza desde abajo.

De pequeño pensaba que los mayores eran demasiado serios para reír
y ahora que no soy tan pequeño me doy cuenta que reír no depende de la seriedad sino que la risa,
para muchos,
fue causa
de abandono.

Manuel Baile

El Caos XXIII: A la espera

A veces escribo y no sé para qué. Siempre he dicho que escribo aquello que no sé decir, no falta que hace, porque la mayoría de cosas no tienen ni pies ni cabeza. Son como un cúmulo de sensaciones que en cierto modo viven a la espera de que alguien las entienda y no porque sean complejas, más bien porque cada persona es un mundo y nunca encontremos a otro con un “mundo” idéntico al nuestro.

Podría hablar de mi mundo, de miedos y vergüenzas, pero prefiero no hacerlo ahora ya que me encuentro a la espera de corregir aquello que retrasa mi “progreso” porque en esta vida siempre hay que mejorar y el que no lo crea así, poco puede enseñarme. Más allá de la apariencia que podamos dar cada día se encuentra nuestro “verdadero ser”, ése que nunca sale pero que, cuando lo hace, sorprende a muchos, para bien o para mal, pero por fortuna he dado con más alegrías que fracasos.

Cuando me rodeo de gente que “saca” por un momento ese “verdadero ser” es cuando descubro que los “mundos” no son tan diferentes, y que de alguna manera valió la pena esa espera. Sin duda, la vida nos sorprende en cada instante, solo que nosotros sólo nos damos cuenta la mitad de veces.

A mí me ha sorprendido con una nevisca que me enseña no sólo a ver sino a observar las partes insuficientemente claras que aparecen en mi camino. Me enseñó también que a veces el mejor avance, es una buena espera.

Manuel Baile

El Caos XXII: Personas de cartón piedra

Se trata de esa gente que ni frío ni calor. Se trata de esa gente que actúa por obligación pero sin convicción. Se trata de esa gente que se mezcla entre gente para sólo ser gente. Se trata de esa gente que complica aquello que es tan sencillo tan sólo por creerse el héroe de su propio cuento. Se trata de gente tan falsa que no puedes diferenciarla de su sombra. ¿Quién es quién? No importa saberlo, pues no tienen nada que ofrecer. Lo poco que ofrecen es porque les sobra. Vamos, dar limosna.

Se trata de esa gente tan patética que hasta oír su nombre estorba. Se trata de esa gente tan poco clara que termina por confundir a la otra gente. Se trata de esa gente que huele a falsedad pero que otra gente prefiere contener la respiración para hacer creer a los demás que no huele tan mal.

Se trata de esa gente que hace que uno se deteste a sí mismo por odiar. Se trata de esa gente que son como magos, creen hacer magia pero solo despistan, engañan. La magia no existe y para mí ellos son magia.
Se trata de esa gente que uno no quiere ver ni por asomo. Ensucia la vista y el aire que respiras, desagradable compañía, de presencia innecesaria. Se trata de esa gente que lucha hasta por aquello que no quiere solo por el mero hecho de sentirse vencedor. Lo que no sabe es que ya ha perdido antes de empezar. Se trata de esa gente cartón piedra, necesarias para que a uno no se le olvide distinguir entre gente buena y mala. Se trata de esa gente...¿gente?

Manuel Baile

24.6.06

El Caos XXI: Autómatas del amor

Me pide el número de teléfono y yo, claro, se lo doy. Bien, algo normal, ¿no? Sí, pero es ahí donde comienza la cruzada; ella, vestida con traje de fiesta, se marcha y yo me quedo con mis cosas. Actué de forma espontánea, con cierta dosis de educación, creo. "¿Te importa darme tu número de teléfono?" me dijo ella en el momento en que se acercó a mí en la discoteca. Sencillas palabras a las que a uno le ponen en un tremendo aprieto. "Si no me conoce, ¿para qué querrá mi teléfono?" Fue ahí donde me paré a pensar y deduje que yo también hacía lo mismo siempre....siempre que me gustaba una chica. ¿Aquello era porque yo el gustaba? ¿Era eso lo que ocurría? No creo, ella no me conocía. Me había visto dos veces contadas en aquel lugar, que yo supiese. Tal vez no me había fijado en ella, no sé.

A pesar de ello, nunca me llamó. La noté algo ebria aquel día y, desde luego, pasé de insistir. Además, a mí me gustaba otra persona. Pensé que el hecho de pedirme el teléfono era una manera de intentar ser mi amiga, que no quería nada más; solo ser amigos. Bien, supongo. Pero, entonces ¿por qué nunca me había llamado? Después de pensar en lo ocurrido me dediqué a hacer mis cosas.

En otra ocasión yo salía con unos amigos a tomar algo y, para variar, cambiamos de lugar. A mí siempre me gustó cambiar y hacer cosas nuevas. Nos alcoholizamos, como cada vez que salíamos juntos y ya hacía algún tiempo que no nos juntábamos. Era el cumpleaños de Xavier. Allí, cerca de la barra de aquel bar, estaba ella, radiante, preciosa, bella; yo, me enamoré nada más verla. Sentí un espasmo en mi estómago y sentí unas ansiosas ganas de acercarme a ella. Pero no. La miré fijamente y creo que ella también me miró. Bajé la mirada y al volverla, ya no estaba. La busqué por toda la sala y cuando la encontré, me volví a fijar en aquellos ojos negros. Aguanté la mirada y cuando ella bajó la guardia, yo seguía mirándola. Ahí estaba; pensaba que tendría alguna posibilidad. La música alta y los focos y lasers cegaban mis ojos. Agarré el vaso de whisky y lancé un trago contra mi hígado; ahora tenía fuerzas suficientes para acercarme y allá que fui. Me acerqué seguro de mí y me presenté; le pedí el teléfono y hablamos un rato. Parecía buena persona.

La estuve llamando numerosas veces. Al principio parecía interesada en quedar y charlar. Creo que yo le interesaba. Poco a poco la cosa se fue deteriorando. Ya no respondía a mis llamadas y, cuando llamaba, a menudo me decía que tenía prisa y que ya nos veíamos. Estuve algún tiempo mandándole flores a casa y escribiéndole numerosos mensajes llenos de ternura; hasta que me cansé. Estuve así tres meses. Ella me gustaba mucho pero se ve que por mí ella no sentía lo mismo. Me recuperé del varapalo en poco tiempo. Nunca más la he vuelto a ver.

Meses después, llegó el día en que, aquella chica de la disco que me pidió el teléfono, me llamó. Ni me acordaba de ella. Hablando por teléfono me tuvo que contar muchas cosas para poder recordarla. Nos vimos en dos semanas casi todos los días. ella me contaba parte de su vida y yo, bueno, yo le contaba anécdotas de toda la mía. Daba la casualidad que siempre me llamaba ella. Al principio me parecía agradable. Hubo un día en que pensé: "Vaya, como agobia, tio". Se lo decía yo a mi amigo Jacques, mi compañero de piso. Lo conocí hacía algún tiempo y me conocía hasta mejor que yo mismo. Lucía, que así se llamaba ella, me enviaba siempre mensajes muy cariñosos. Joder; si yo solo pretendía ser su amigo. ¿Todos esos detalles significaban que quería algo conmigo? ¿Qué había fallado? En ese momento recordé una chica que conocí y estuve mandándole mensajes cariñosos y haciéndole regalos. Creo que llegué a agobiarla. Se trataba de la misma situación, pero a la inversa.

Estuve algún tiempo observando a la gente, sus comportamientos, sus reacciones; me fijé en cómo vivían el amor. Ahí descubrí que todos nos comportamos de la misma forma o, al menos, existen detalles que todo el mundo tiene. Tú le sigues a ella; ella te mira y tú le aguantas la mirada. Ella, ella baja la cabeza y en cuanto aguantes un poco mirándola, te vuelve a mirar; a ella le pareces al menos "graciosico". Tú estás allí preguntándote que qué hace una chica como ella en un lugar como este y zas, te vuelve a mirar. No para de mirarte; le "atraes" Chico, es el momento. Reúnes fuerzas y te diriges a ella para verla de más cerca. Pasas por su lado y vaya, es preciosa. Os miráis; no es que te considere el hombre más atractivo ni el hombre de su vida, pero le resultas "guapo". Es el momento del acercamiento.

Nadie hace nada por nadie, así que si te pregunta por tu vida, lo más seguro es que le "intereses". El amor es el engranaje que mueve el mundo, por lo que una persona que siente algo por ti intentará conocerte; para ello existen muchas opciones: desear que vayas a su a casa, decirte que no te vayas, invitarte a tomar algo, acompañarte al cine o preocuparse por tus problemas. Que te llama porque dice estar aburrida en su casa...quiere verte. Debes darle tu confianza, ella lo sabrá valorar. El error comienza en el instante en el que tu cabeza va mucho más allá de la realidad y piensas en un futuro próximo. Deja que el momento fluya por sí sólo, no lo fuerces. Déjate llevar.

Pero no; todo es un sueño, una fantasía y, como tal, no es real. No pienses en lo que pueda o no pueda pasar; te agobiarás. "La felicidad, como la sombra, es una fantasía. Todos los conceptos lo son, el amor, el miedo, la pasión...¿que son? Sueños. Intentar definirlos es como intentar encerrar el tiempo en un reloj. Las definiciones son imprecisas y vagas. Apuesto por la experiencia, sentir y no definir; sentir el tiempo deja marcas en el cuerpo". No esperes a que te llamen, ves tú si quieres verla. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy pero quieto, quédate parado por un momento, y haz las cosas bien. El amor es un tira y afloja y como personas que somos, tenemos comportamientos similares. Los sentimientos, al final, son inherentes en las personas. Parecemos autómatas; autómatas del amor.

José M. Sánchez "Daze"

17.6.06

El Caos XX: Se está acabando un ciclo

Se está acabando un ciclo y no porque lo diga yo sino porque es algo que peca de evidente. Lo he sentido otras veces, en otros ciclos. Cuando a uno le surgen de repente, de la nada, nuevos miedos, temores y dudas es porque algo se está acabando. Cuando algo está acabando es porque algo está naciendo, empezando. Me reitero en lo dicho: y no porque lo diga yo. Y ¿qué hacer, pues? No me acuerdo cómo actué otras veces, estaba todavía encerrado en mí pero supongo que simplemente obedecí al lema: “donde nos lleve el viento” Y digo “nos” porque yo y mis dudas vamos siempre juntos. Son asquerosamente fieles. De hecho, el “viento” me, nos ha llevado lejos y aquí siguen, no sé si se burlan o realmente dependo de ellas y viceversa. Sólo tengo clara una idea: no voy a perder el tiempo. Difícil, pero no imposible, porque perder el tiempo es perder la vida, no exagero, que cada uno defina como quiera, pero para mí y para lo que voy a luchar, perder el tiempo es perder entusiasmo, vida.

Lo que intentaba hacerme ver es que fin de un ciclo, ahora es cuando debo sacar conclusiones, recordar lo positivo y aprender de lo negativo. Poco a poco van haciendo acopio calma y sensatez, excluyendo a un segundo plano apariencia e inmadurez. He dicho excluyendo y no eliminando porque entonces dejaría de aprender. Por lo tanto, estaría perdiendo el tiempo y rompiendo la promesa que me hice, sabiendo que una promesa no dura dos semanas, ni tres meses, dura toda una vida. y esto tampoco es porque lo diga yo en un arrebato de protagonismo, nada de eso. Esto me lo han enseñado personas que brillan de auténticos, gente protagonista en este ciclo que se está acabando, la diferencia consiste en que se acaban los ciclos pero no las personas. Supongo que esta gente andarán por otros países, aportando un granito de arena en otras personas. Se trata de arena en otras personas. Se trata de gente que se ha olvidado de todo menos de “perder el tiempo” y eso algunos lo sabemos ver, no olvidamos. “Se está acabando un ciclo”, tanto mis dudas como yo estamos ansiosos de ver qué pasa, pero ahora que no nos “lleve el viento” ahora será porque lo diga yo.

Manuel Baile

NOTA: El autor vivió durante un año en la ciudad alemana de Hamburgo. Allí aprendió los beneficios de viajar, conocer y ampliar su pequeño universo.

El Caos XIX: Mis problemas con las mujeres

Aquel día yo estaba triste. Después de dejarlo con mi novia, no se me ocurrió otra cosa que intentar reflexionar si de algo sirvió conocer a esa persona. Claro que sí, respondí yo al instante. Tú me dijiste que de los errores se aprende pero yo me sentía tan desgraciado, que sólo escuché tu voz en el momento de partir hacia casa. Volviendo a casa, me encontré con ella. Fue un momento peculiar, tal vez curioso y a la vez contradictorio. Estaba allí delante de ella, sin inmutarme; me quedé absorto y no supe qué decir a tu “hola” inesperado. Te miré y en ese momento me di cuenta; cuenta de que a través de todos estos años, yo había vivido la misma situación pero en espacios y momentos diferentes, y con cuerpos y caras diferentes también. Y comencé diciendo:

“Las conozco y las adoro, las quiero y las anhelo, hasta las amo. ¿Sí? Pues sí, hasta las amo. Las cuido y, a veces, me cuidan. Las respeto, las trato bien, les regalo mi vida. Y otra vez las vuelvo a conocer. ¿De verdad me doy a conocer? Tal vez el motivo es que no me doy a conocer. Tal vez tengo miedo. ¿Miedo? ¿Miedo de qué? Tal vez los miedos siguen acumulados ahí. Pero tal vez no.

Pero al final de todo ellas por un lado y yo por otro. Nos damos la mano y paseamos, miramos hacia el mismo lugar, y nos caemos al suelo juntos. Cuanto más las conozco, más las quiero, y menos me conocen y cuando menos me conocen ¿qué? Pues sigo intentando conocerme a mí mismo porque pensaba ser de otra manera. Me enseñan y aprendo. Son mis mejores profesoras. Siempre aprendí de ellas. Siempre. Conozco el mundo, me gusta y lo vuelvo a conocer. Conozco el amor, y hasta me llega a gustar. ¡Qué cosas! ¿Eh?

A morir, siempre a morir, por ellas, claro. Hasta llegan a morirse por mí. Bien, bien. Les beso y me besan, les abrazo y me abrazan. Les comprendo, creo que les comprendo. Pero ¿me comprenden? A veces sí. Y, a veces, no tanto como espero. Son felices y yo lo soy más; claro que no siempre. Las discusiones están siempre estuvieron a la orden del día. Es bueno discutir, conoces mejor a las personas. Hablo con ellas y me gusta. Intento conocerlas pero a veces no se dejan, normal, supongo. Las arropo cuando tienen frío, les tapo cuando se quedan sin sábana, les hago el desayuno cuando abren los ojos, les soy generoso cuando lo deseo, ellas también lo son, pero no tanto como desearía.

Hay que dar, lo sé, y nunca esperar pero juegan a otro juego que no es el mismo que el mío; pero las he ido conociendo. Siempre están ahí cuando más las necesito. Eso siempre estuvo claro. Muy bien por ellas y por mí. Se divierten, se ríen, disfrutan, les gusta, claro que les gusta; ¡Como que a mí también, me gusta! Y, ¿a quién no? Las veo en cuanto no buscaba a nadie. Y las busco, las encuentro, las busco y no las encuentro. Nunca esperé nada de ellas y cuando no lo esperé, las encontré. Suerte, ¿suerte? Causalidad, diría yo. No casualidad, sino causalidad. La vida está regida por causalidades. Una relación de causa-efecto.

10.6.06

El Caos XVIII: De presentaciones sin sentido

Una vez escribí la historia de un tipo que le duelen los pulmones porque había tenido asfixia durante muchos años.

Lo recuerdo. La historia no estaba bien escrita, tenía yo quince años. La historia tenía quizás más de una vida. Pero yo tenía quince años. Al hombre le dolía la cara con el sol...

También me acuerdo haber descrito la muerte de un perro. Tenía trece años.

Me acuerdo de haber escrito un poema, extrañamente con rima, sobre mi abuela y yo tenía diez años.

Tengo presente a Úrsula, a Paula, a Camilo y a Rodrigo.

A Teresa, mi favorita.

Me acuerdo de algunos personajes. Y me busco entre lo que escribo, para delatarme con ellos y ellas. Presentarme: "Hola, soy Ana".

"Hola, soy Ana"

"Hola, soy Ana"

Demasiadas veces. Algunas veces las "A" primera suena más que "a" segunda. Otras veces, es al revés. Otras veces digo "Hola, soy Ruth", para variar.

Últimamente, no saludo. Miro de reojo, para que no me encuentren.

Y viene un número, una cifra, un balance, una tasa, un modelo, una monografía... y murmuro "Hola, soy Ana"

"¿Hola?".

"Pst"

Me arrepiento entonces de tomar ese camino, en ese vecindario.

Y siempre vuelvo... Saludo de nuevo "Hola, soy Anita" (sí, Anita, a veces me entra la mariconada)

Y entonces quizás, me recordaré -en algún futuro- de la vez que escribí de la mujer que muere de asfixia, la historia que siempre ha existido, y yo tengo toda una vida para escribirla.

El Caos XVII: Media Luna

Esta noche fui sincero, imparcial, conmigo mismo, de tal manera que odié por un momento ser quien soy. Mirada perdida, igual que la ilusión. Mi propósito no era otro que aclarar ideas, no por gusto, sino por necesidad. Desde hace días me notaba muy diferente, nunca supe contar problemas y opté por esconderlos ahí dentro, donde nadie es capaz de entrar.

Estando solo, bueno, acompañado por media luna, solté parrafadas de cabeza a corazón. Éste último no se lo esperaba, y así fue: reproches, lágrimas y toda lástima que mi ser fue capaz de relucir. Aposté fuerte, nada de verdades a medias, esas duelen más que una simple mentira. La oscuridad me protegía, igual que la media luna entre las nubes. Noche larga que desató mil nudos, menos uno: el de mi garganta.

Sentí que el aire se hacía pesado y que el tiempo seguía jugando y yo...yo aceptaba ese rol.

-“Espero que esto valga la pena”-

Esta frase se paseó por mi cabeza hasta que pecó de insegura. Existían motivos para encontrarme así ya que todo lo que guardaba ahí dentro dijo “basta”; y me rendí. Me rendí porque quise, porque me convencieron largas noches de sequía en la boca y humedad en los ojos. Me vi tumbado en la hierba, me vi desde allá arriba, como si mis ojos fuesen media luna. Y en realidad lo fueron.

La diferencia entre tranquilidad e incertidumbre carecía de importancia aquella noche. Incluso llegué a la conclusión de que me apetecía y necesitaba sentirme mal. No como víctima sino como inadaptado. Igual que un personaje de cuento que no encuentra el sentido a la historia. Al final, recogí mis penas, que no eran pocas, pero tampoco muchas, y me fui. No porque necesitase dormir, no, simplemente porque entre verdades a medias a medias y una luna a medias, no me encontraba bien. ¿Por qué? Porque hace tiempo que las cosas a medias dejaron de gustarme.

Manuel Baile

9.6.06

El Caos XVI: Otras historias

Son sólo momentos caóticos de algunos camaradas, palabras y palabras sin descanso, preguntándonos el por qué de nuestras vidas, vivencias, designios del destino y hasta por lo más ínfimo de nuestras existencia. Resulta conmovedor volver a estas letras, cargadas de sentimiento y predestinadas al mayor desastre jamás escrito por la mano del hombre.

¿Por qué digo esto? Por la sencilla razón de que años después uno no puede dejar de verse en ellas, más chico, más inmaduro y quizás tan extraño que, aunque acierto a reconocer algunas de ellas, otras parecen escritas por otro ser que no haya sido yo. Y puede que todo eso sea probablemente debido a que el tiempo pasa incansable y sin freno por cada una de nuestras vidas.

Nuevas experiencias y más responsabilidades nos llevan a "perder" el valioso tiempo de dedicarse a escribir algún sinsentido, o quizás si lo tenga, que nos aparte del intrincado mundo que nos rodea de realidades inconexas y tristes. La posibilidad que barajo últimamente y que reconozco me cuestan aceptar es, que aprendimos de los errores pasados, supimos salir de esa cueva platónica que nos apartaba del miedo y no protegía.

Salimos pues a un mundo nuevo, nada sencillo y que requirió de un esfuerzo conjunto, para tener escasos pero felices momentos y aprender a disfrutar del tiempo que este condenado mundo nos dió.Por otra parte, y esta es la más complicada, mantenernos en el exterior de la cálida cueva nos llevó a sufrimientos y un trabajo excesivo para permanecer sin que la llamada del reposo interior nos perturbase tanto que abandonásemos este mundo para regresar al lugar del que salimos. Ahora leo esas palabras y veo que mi caos no es que desapareciese, sino que aprendí a vivir con el, a disfrutar de su encantadora presencia que en ocasiones me visita, que provoca que de repente aparezcan palabras en una hoja en blanco.

Observo a quién mueve los hilos sin miedo a pensar qué me depara la vida y sólo tratando de disfrutarla.En cuanto a la mariposa y a aquella cima, he de decir que volví. La mariposa se convirtió en mi guía, pero adoptó otra forma, la de mujer, que no me abandonó en mi empeño. Os preguntareis si llegué hasta el final del camino. La verdad es que no, no me hizo falta. Miré la meta y no sentí ansias de llegar a ella cuanto antes. Me di cuenta de que en el camino no importa cuándo llegas, sino cómo lo recorres. Pero como diría el camarada Michael Ende, "esa es otra historia que merece ser contada en otra ocasión..."

José Antonio Cortés