10.6.06

El Caos XVIII: De presentaciones sin sentido

Una vez escribí la historia de un tipo que le duelen los pulmones porque había tenido asfixia durante muchos años.

Lo recuerdo. La historia no estaba bien escrita, tenía yo quince años. La historia tenía quizás más de una vida. Pero yo tenía quince años. Al hombre le dolía la cara con el sol...

También me acuerdo haber descrito la muerte de un perro. Tenía trece años.

Me acuerdo de haber escrito un poema, extrañamente con rima, sobre mi abuela y yo tenía diez años.

Tengo presente a Úrsula, a Paula, a Camilo y a Rodrigo.

A Teresa, mi favorita.

Me acuerdo de algunos personajes. Y me busco entre lo que escribo, para delatarme con ellos y ellas. Presentarme: "Hola, soy Ana".

"Hola, soy Ana"

"Hola, soy Ana"

Demasiadas veces. Algunas veces las "A" primera suena más que "a" segunda. Otras veces, es al revés. Otras veces digo "Hola, soy Ruth", para variar.

Últimamente, no saludo. Miro de reojo, para que no me encuentren.

Y viene un número, una cifra, un balance, una tasa, un modelo, una monografía... y murmuro "Hola, soy Ana"

"¿Hola?".

"Pst"

Me arrepiento entonces de tomar ese camino, en ese vecindario.

Y siempre vuelvo... Saludo de nuevo "Hola, soy Anita" (sí, Anita, a veces me entra la mariconada)

Y entonces quizás, me recordaré -en algún futuro- de la vez que escribí de la mujer que muere de asfixia, la historia que siempre ha existido, y yo tengo toda una vida para escribirla.