18.1.09

El Caos XXXIII Lección sobre la vida

Cuando no puedo dormir
en algunas madrugadas
es porque las estrellas
se encuentran desordenadas.

Son de esas lecciones que te hacen sentir “egoísta”, vienen como un soplo de aire, lamentablemente del que se va. Escribo a base de lo que estoy viviendo, sintiendo, de alguien que ve el mundo a través de la ventana, por obligación, por el capricho del destino o lo que sea. Ojos que no ven, corazón que no siente, y él siente demasiado, más de lo que debiese un chico de esa edad.

Pero aquí la grandeza de una entrega, de una lucha, por no rendirse...”¿y por qué lo haces?- fue mi pregunta. “-Creo que por no dejarme ganar”-dijo tan tranquilo, como quien da los buenos días.

Asumo mi ignorancia y me da miedo seguir preguntándole, pero él me ve en los ojos de la angustia, la “típica pena”. “A veces se me olvida que estoy enfermo. Lo que no se me olvida es vivir...” Esa fue la pregunta que leyó en mis ojos, ni siquiera hizo falta hacerla. “¿Cuál es la cita con la que más te identificas?”

Yo le digo la mía y le intento explicar lo que para mí significa. Yo le pregunto por la suya, “en peores momentos, mejores amigos y en peores sueños, mejores despertares.” Y así un día tras otro, y tiene razón. “Te acostumbras”, cierto. Ya no voy a visitar un enfermo, simplemente voy a quedar con un buen amigo y lo mejor de todo es que lo pasamos bien, nos reímos muchísimo. “¿Qué pasa en esa habitación?”-se preguntarán los encargados.

Yo diré lo que pasa en esa habitación: pues que veo cómo alguien se burla del temor a la muerte y eso me sabe a vida y me alza de tal manera que todo queda pequeño, todo problema o duda se reduce a su contenido; a nada.


Bendito insomnio, bendito desorden.
Gracias Dieter

Manuel Baile

10.10.06

El Caos XXXII: Del amor al caos

Alguna vez, alguno de vosotros, se ha preguntado qué pasaría si, en un momento dado, en uno de estos siglos en los que tantas guerras han asolado tantos lugares y sesgado tantas vidas llenas de amor, todo el mundo, cada uno de nosotros, cada alma en cada rincón de cualquier parte, se enamorase perdidamente de alguien. Sería lo más hermoso del mundo, lo esperado por todos como una forma de salvarnos a nosotros mismos de nuestra propia destrucción. Bueno, o al menos eso pensamos: que el amor salvará nuestras almas del fin de nuestras vidas. ¿Nos equivocamos al pensarlo?

Yo digo que sí.

Imaginaos por un momento, que todos nos enamoramos de alguna persona. Pero esa persona está enamorada de otra, y que esa otra, a su vez, está enamorada de alguien. Y así sucesivamente…hasta cubrir a toda la humanidad. Sí, sí, todos estamos enamorados, PERO NADIE ES CORRESPONDIDO. Todos damos amor, pero no lo recibimos, al menos, de la persona que nos gustaría.

Seguro que ahora alguien pensará: “Ya, pero es que sí que recibimos amor de parte de esa persona que está enamorada de nosotros”. ¿De veras? Estás ciego por esa persona que no te ama y no ves nada más. No te das cuenta de la gente que hay a tu alrededor, que también está ciega y no te miran, igual que tú no les miras. Sólo hay una mirada por cada persona, así que tú no ves a quién te ama.

Si nuestras relaciones se basaran en el amor… ¿cuántas parejas habría? Ninguna. ¿Por qué? Porque no hay nadie que se ame, realmente. Y ¿la supervivencia del ser humano? La raza humana no se puede extinguir. Así que comenzarían a formarse las llamadas “parejas de conveniencia” ¿Mantener relaciones sexuales con alguien que no amas? Eso es algo terrible para el ser humano, cuando es un ser humano. La mujer siempre tendría el recurso de acudir a bancos de esperma para poder concebir hijos y evitar que la raza humana no se extinga. Pero, todas las personas, en algún momento de su vida, más los hombres que las mujeres (por regla general) sienten apetencia sexual.

¿Cómo se resuelve este problema si no puedes hacer el amor con la persona a la que amas? El onanismo es una opción (por cierto, que cada vez se practica más) pero hay ciertas personas con más tendencia que otras a necesitar el sexo (no hablo de que sea una obsesión, ni que nadie tenga ningún tipo de trastorno psíquico o sea ninfómano/a). ¿Qué sucede entonces? Por un rato de sexo muchos serían capaces incluso de venderse. El resultado sería la prostitución. Compra-venta de cuerpos. Pero sería un comercio libre, es decir, no hay chulos, ni líderes, ni mamis, ni bandas organizadas. Cada uno podría hacer lo que quisiera con su cuerpo. Entonces, no sería prostitución. ¿Qué sería? ¿Una necesidad básica humana? Digamos que sí y zanjemos el asunto. No quiero pensar en lo que se puede convertir la humanidad.

Y ¿celos? ¿Habría mucha gente celosa? Todos. ¿Por qué? Esa persona a la que amamos no se fija en nosotros, sino en quien hay más allá. Arderíamos de celos porque por mucho que hiciéramos por esa persona, nunca nos miraría como a él/ella. Ni siquiera nos da las gracias por todo lo que le estamos ayudando…y siempre está pendiente de esa otra persona. ¡Mira lo que hace por complacerle! ¡Mírame, por favor! ¡Te estoy hablando! ¡Ni siquiera me escuchas! ¿¡No ves que me muero de amor por ti!? La única solución que encuentro para que dejes de amarle…es que desaparezca de tu mirada y se pierda de mi vista. Acabaré con su vida… si antes no acaba conmigo la persona que está enamorada de ti y que piensa que la única forma de que dejes de mirarme sea desapareciendo de su vista. ¿Es este el final de la Humanidad?


Begoña Toribio

22.9.06

El Caos XXXI: No tan lejos

La tranquilidad nunca fue mi fuerte, pero tampoco lo fue el amar sin poder verte. Sentarme junto al lago y ver en los reflejos, mensajes de tu boca que me dicen : no tan lejos. Debiera, quizás, no hacerles caso y fijarme más donde voy a dar mi siguiente paso porque prefiero hacer caso a las palabras y no a las visiones que bañan entren aguas.

Trato de recomponer mi vida, que es un rompecabezas, pero es difícil, pues hay una parte de ti en todas mis piezas. Si acaso en este juego me quedase una salida sería resignarme y dar esta vida por concluida. No es mi propósito firmar mi rendición, no fue ésa mi promesa que ahora se esconde en un rincón. Quisiera sacar fuerzas de donde sólo hay dolor, quisiera sacar pinceles y dar a esto otro color. No te miento si te digo que podría dolerme el olvido pero me duele más aún saber lo que pudo haber sido.

No sé porqué resulta todo tan complicado, difícil y confuso. Muchas veces pienso que hago un montoncito de arena en una montaña y otras, en cambio, creo tanto en mi falta de suerte que me siento la persona más desdichada de toda la faz de la tierra. Son muchas que acumulo muy dentro de mí y no sé cómo deshacerme de ellas. Quizás sea porque en el fondo no quiero hacerlo. Y ¿de qué me sirve todo lo que escribo si no logro llevar las cosas a buen fin? ¿De qué me sirve vivir un día mal y otro también si no es eso lo que busco para mi vida?

En el fondo sigo siendo el mismo, solo que ahora el miedo a enamorarme se ha multiplicado por dos. Ahora me viene a la mente una canción de Carlos Goñi en la que dice que “el amor es un misterio que importa solo a dos”. Yo añado que importa, lamentablemente, y que destroza solo a dos.

Siento vivir en un profundo caos. Un día me dije que no me gustan los soñadores, sin embargo, me paso noches enteras mirando al cielo por si veo una estrella fugaz pasar y lanzarme al mundo de los deseos. Al menos ahí tengo a qué atenerme, me da la continuidad, porque si no es en esa noche sería la siguiente y, si no, a la otra. Espero hallar “esa” solución que me ayude a no volver a escribir miedos porque si duele pensarlo, más duele escribirlo. Pero lo escribo. Al menos eso soy capaz de hacer y acaso ya porque me estoy torturando.

“...el amor es un misterio que importa solo a dos....”

(Gracias Carlos)

Manuel Baile

El Caos XXX: No te engañes

El engaño de la luna
Vuelvo con una nueva dosis de autocrítica, es el único método que veo que funciona. Se basa principalmente en una cosecha de sensaciones e ideas y en una falta de estímulos que hace de todo esto una gran noria, ahora arriba, ahora abajo. Necesito encontrar ese lugar donde me encuentre en paz conmigo mismo.

Es cierto que en la noche, y gracias a la luna, di rienda suelta a aquellas palabras estancadas a causa de mi timidez...y silencio. Todavía noto un enorme alboroto en cuanto a lo que se trata de mi vida, no está todo tan claro como pensaba. Me digo: “No te engañes”, o al menos no lo hagas tantas veces.

Tendría que plantarle cara a la duda, y pelearme con la vergüenza, ganar o perder, pero saber de una vez por todas a qué debo atenerme. Sé que debo seguir experimentándolo, por eso no me canso de vivir; sé que debo seguir intentándolo y tener siempre algo que decir.

Veo que la noche me sirve, es un “regalo” de “alguien” que me dio y que ahora depende tanto de mí como yo de ella. Y ahora volveré a “casa” con menos carga sobre mis hombros, después de escribir todo lo que tenía que escribir; me siento mejor y me gustaría que mañana al leer de nuevo esta hoja algo me dijese: “no estás del todo equivocado.”

Manuel Baile

29.7.06

El Caos XXIX: Soledad

La soledad es la suerte
de todos los espíritus
excelentes
Arthur Schopenhauer
Hay cosas que nunca cambian. Llega un momento en la vida en el que, por más que intentas, estás solo. Pero “solo” no es sinónimo de soledad. “Solo” es sinónimo de aventura. Tal vez, el término “aventura” no tenga especial relación con la palabra “solo” directamente, pero cuando deseas aventurarte y divagar por los rincones de las sociedades, son muy pocos los que te acompañan en ese viaje. A veces, incluso, nadie. Cuando te levantas un día y ves discurrir tus necesidades más directas por el camino de ningún lugar, te planteas el seguir. ¿Para qué ir a tal o cual sitio si tendré que ir solo? ¿Por qué desear hacer un viaje si después tendré que ir solo? Pero si nadie debería necesitar a nadie para ser feliz; nadie. Pero siempre es bueno que tus alrededores sean cómplices de tus actos.

En realidad nadie está tan solo como se piensa. Siempre habrá un manto de estrellas arropándolo, siempre habrá un sol que nos caliente la piel, siempre habrá un libro al que conocer profundamente, siempre habrá una melodía que te invite a susurrar. A decir verdad, todo fluye y nada permanece. En esta vida circularán numerosas personas. Conoceremos a parte de ellas pero solo una pequeña parte de todas ellas, seguirá estando ahí, pase lo que pase. Son, tal vez, unos pocos los que sigan pero valdrán, de verdad, la pena haberlas conocido. Son esos seres que, sin hacer nada, te cambian el curso de tu vida. te enseñas, aprendes, aprenden y enseñan.

La independencia es un grado. Es sentirse valeroso para vivir en libertad, para hacer lo que a uno, de verdad, le plazca. Ir de aquí para allá, llevar a cabo los sueños. Pero, a pesar de todo ello, todos necesitamos de alguien. Simplemente, compañía. No es desear nada del otro mundo. Es querer que haya alguien que escuche. Coger el coche e irse lejos puede ser maravilloso, pero ¿siempre? Hay veces en las que uno desea que exista alguien a su lado para decirle cualquier cosa y no tener que hacer a la radio partícipe de tus pensamientos. No es un deseo de estar enamorado ni enamorada; es “no hablarle a las paredes”. Es proponer cualquier situación y que, al menos uno solo, esté dispuesto a arriesgarse por ti. Es no tener que hacerlo solo. Es bonito ser invitado por alguien a pasar un tiempo con el o ella. Jamás se debería denegar una propuesta de este tipo; nunca se sabe cuanto tiempo pasará hasta volver a ver a esa persona. Tal vez, si nos ponemos pesimistas, nunca.

Solo. Esa es la palabra. Pero solo uno mismo es capaz de no sentirse solo. Creo que irse solo a los lugares es un afán de conocer cosas nuevas, personas nuevas. Y siempre ocurren cosas asombrosas. Parece tratarse de una Ley de Murphy: cuando estás con alguien y si pasa algo, podrás comentarlo, nunca pasa nada. Es cierto. En cualquier lugar, en cualquier momento siempre hay alguien dispuesto a saber de ti, conocerte. Sólo tienes que mostrarte abierto y confiar en la gente un poco. Maduro, ser maduro o, mejor dicho, consciente de tus actos es una manera de ser razonable. Tu ya sabes quienes son esas personas que de verdad te hacen sentirte bien. Tu ya sabes quienes son esas personas que te quieren y no te dejarán tirado. Tu ya sabes quienes son esas personas que no te traicionarán. Pocas, son siempre pocas pero, mejor, ¿no?

El Caos XXVIII: Terror atómico

Tu vida transcurre a veinticuatro fotogramas por segundo y los ojos se te secan. Se han convertido en una sustancia endurecida, podrida y yerta. Mas aún conservas tu vista. Observas que el ciclo, las vidas, las personas, los rostros, las situaciones se repiten, y tus sueños jamás se cumplirán. Pasó el tiempo de sentarte a pensar qué será de tu futuro. Al fin has descubierto que acabarás como el resto.

Una bola de fuego vuela hacia ti. Tienes todavía unas moribundas milésimas de segundo para que discurran tus pensamientos. Pensabas ir a la metrópolis. Serías un gran arquitecto. Ganarías dinero, darías de comer a tus padres y hermanos y crearías tu propia familia. Eras un gran estudiante. Un joven con sueños banales, humanos, perecederos, trascendentales para ti y otros millones de insignificantes seres. Suficientes para dar felicidad a ti y a los tuyos. A esa mujer que te dio la vida.

A esa mujer, a esos hermanos, a ese hombre, cuyas tripas revientan ante tus ojos entre los látigos de fuego. No hay sonido. Tus oídos no quieren dejarlo penetrar. Es demasiado horrible y terrorífico.
Miles de fantasmas en tan sólo un segundo
. Flotas. Tu cuerpo vuela contra la pared. Se viene abajo.
Tu corazón todavía late, aunque ya no alberga esperanzas. Se acaba. La vida se muere. Velocidad, silencio, estruendo, tiempo que se detiene. Te mueres.

La ciudad se ha convertido en un amasijo de hierros y cenizas. De piedra y huesos. De carne quemada y vidas segadas. Los brazos, piernas, estómagos y cabezas han caído por doquier de forma aleatoria. Hay un niño incinerado sobre una farola que se ha derribado sobre un coche con dos esqueletos descabezados.
Los últimos resquicios de vida asoman a las ruinas. Mutilados, infestados, muertos en vida. Observan el caos. La masa inerte formada bajo el hongo gigante. Los tentáculos de hierro se aplastan entre ellos.
La confusión, la materia descompuesta, lo que tuvo sentido se ha convertido en cosas.
Cosas indefinidas, confusas, entre la niebla, la nube de polvo. Las líneas se desdibujan.
Lo que fue ha dejado de ser. Ya no hay ser, ni sustancia, ni esencia, sólo materia. Se ha completado el círculo.

La gran explosión. El caos. Las cosas estaban confusas, sin sentido ni por qué, en un estado llamado caos. Antes de que un ser llamado Dios les diera sentido y creara lo que es, lo que existe. Y llegó la existencia. El todo que el hombre atómico exterminó, reventó bajó la gran y hermosa seta que creó una pequeña parcela de caos en el universo, unos kilómetros de exterminio, completando y emergiendo para siempre el círculo de creación y destrucción.

Dos jóvenes en un instituto de Columbine sacan unos rifles y disparan a sus compañeros, profesores y a todos los que se cruzan en su camino. Los gritos corren por los pasillos anticipándose a los pasos despavoridos de unos jóvenes histéricos que huyen del sonido de la pólvora, sorteando la sangre y los cuerpos de sus amigos de toda la vida esparcidos por el suelo. Unos segundos sin respuestas, sin sentido, sólo con muerte y un puñado de fiambres. ¿Eso es el caos? No lo es. Todo tiene sentido, cada reacción, cada mirada, cada temblor y escalofrío. Nadie sabía que reaccionaría de una determinada manera, pero todo tiene una explicación. Incluso los asesinos estudiaron las mejores posiciones para abrir fuego.

El caos es un concepto tan difícilmente concebible como el infinito, la nada o la muerte. Cualquiera que lo medite puede llegar a la conclusión de que sólo se puede atribuir el caos al ser humano. En la naturaleza todo se rige por leyes, físicas, químicas y matemáticas. Una rama de un árbol se derrumba sin más y mata a un hombre que dormía debajo. No es caos, son leyes físicas. Son probabilidades, estadísticas, la ley de gravedad estirando de la rama carcomida. Ningún animal actúa de forma sorprendente e inexplicable, la mayoría de sus conductas son innatas, no aprendidas. ¿Existe el caos entonces? En la naturaleza desde luego parece que no.

¿Qué es el Caos? Dícese del estado de confusión en que estaban las cosas antes de que Dios les diera sentido para la creación. En Grecia es el desorden.

Abel Bri

7.7.06

El Caos XXVII: Un sólo camino

Tantas opciones...pero un sólo camino. Quizás no sé, o quizás sepa mucho, que no sé qué es peor pero mientras me aclaro o no, será el ser observado por los ojos del mundo lo que me frena, lo que me cohibe. No es estar atado de pies y manos, es...no sé, pero duele más ser un prisionero en plena libertad. sé que tengo una capacidad de maniobra, pero siempre en torno a lo mismo, un solo camino. También sé a quien acudir, el tiempo separa a buenos de malos, por lo menos, los buenos, están en mi camino ahora. ¿Y los malos? No sé, pero prefiero llamarlos “menos buenos”...porque “malos” solo somos unos pocos.

Ahora veo lo que antes no conseguía o no quería ver. Que ese único camino también da la vuelta, no es un camino de baldosas amarillas que tiene un fin o un propósito. Este camino, mi camino, está destrozado...pero tengo un consuelo: no hay bancos para sentarse. O sigues avanzando o retrocedes pero no hay punto muerto.

Ya son unas cuantas las veces que he retrocedido, que he vuelto a ver las mismas cosas, personas...lo curioso es que cuando vuelvo a pasar es distinto. “¿Por aquí pasé yo?” es la pregunta que me suelo hacer. Muchos días, sin haber empezado, me apetece acabar. Lo llamo “días muertos” porque lo único que les da vida es que va a haber un mañana, otra oportunidad...pero un solo camino. Hoy para mi es un día “muertos”. No he hecho nada pero estoy cansado y mis mejores pensamientos van para ese sueño, para otro libro que tiene “atrapado” y que tendrá que salir a la luz algún día. Es inevitable.

Manuel Baile

El Caos XXVI: Espacios muertos

Lo más triste hasta ahora no se basa en lo escrito. Lo más triste se encuentra entre líneas, la parte no escrita, los espacios en blanco, los espacios muertos. Lugares fríos, pues allí nunca se dice nada. No hay nada pero tampoco se puede decir que existe el silencio. Alguien dijo que lo más sincero en una conversación es el silencio que hay entre palabra y palabra. Aquí no ocurre lo mismo. El silencio es respetable, por más que muchas personas hablen y hablen sin decir nada, supongo que no comprenden el silencio, lo temen. Leer entre líneas es ir un poco más allá. Es pensar por ti mismo, algo importante porque por lo que veo y siento, cuando alguien se canse de pensar por sí mismo podrá comprarse algún “invento” que le haga menos persona en este menos mundo que habitamos. De este modo es como se llega a los espacios muertos.

No es lo mismo pintar de blanco que dejarlo en blanco. Espacios muertos también son palabras muertas, tanto orales como escritas. Hay palabras “invisibles”. Las que sólo uno puede leer. No se ven pero se leen. Esas son las que más sinceras y lo son porque no pretenden serlo, nacen solas, o son un “invento”, de naturaleza tanto simple como complicada. Son el único remedio que yo veo para hacer frente a los espacios muertos. Pero es tan difícil. Yo trato de borrar ese lugar. Trato, quizás, de disfrazar espacios muertos de timidez. Pobre amiga timidez. Siempre le achaco todo a ella, aunque tampoco es justo por mi parte. Y ya para acabar, decir que desgraciada los espacios muertos gozan d mucha vida. ¿Cómo? Pues porque viven en la gente, por eso gozan de vida. Y ¿por qué llamarlos espacios muertos? Porque apagan a esa misma gente, las convierte en “gente” superficial, aburrida, nada interesante, gente muerta de razón, para que suene menos “fuerte”: gente de broma pero sin gracia, de la que no me hace falta tener ni a ti tampoco, amiga timidez.

Manuel Baile

30.6.06

El Caos XXV: Abandono

Abandono todo intento de protagonismo
porque no me gusta ser ejemplo.
Abandono todo intento de súplica
porque no es el mejor comentario
Abandono todo intento de conformismo
porque no me presta opciones.
Abandono todo intento de envidia
porque prefiero admirar.
Abandono todo intento de rencor
porque no me permite olvidar.
Abandono todo intento de orgullo
porque no me deja escuchar.
Abandono todo intento de huída
porque no consigo permanecer.
Abandono todo intento de lástima
porque no me vale la pena.
Abandono todo intento de fantasía
porque no sé donde piso.
Abandono todo intento de engaño
porque no todo es mentira.
Abandono todo intento de confusión
porque no me deja abrir los ojos.
Abandono todo intento de apatía
porque al mal tiempo, buena cara.
Abandono todo intento de hipocresía
porque lo convierte todo en monotonía.
Abandonado todo intento de venganza
porque lo transforma todo en obligación y competición.

Abandono cualquier intento de rendirme
porque podré estar mejor o peor pero si de algo estoy seguro es que todos los días no son iguales
y que no gobierna el mástil más alto sino que lo hace aquel que es más firme.

Y firme quiero mantenerme para poder verlo todo desde arriba
pero con la humildad del que empieza desde abajo.

De pequeño pensaba que los mayores eran demasiado serios para reír
y ahora que no soy tan pequeño me doy cuenta que reír no depende de la seriedad sino que la risa,
para muchos,
fue causa
de abandono.

Manuel Baile

El Caos XXIII: A la espera

A veces escribo y no sé para qué. Siempre he dicho que escribo aquello que no sé decir, no falta que hace, porque la mayoría de cosas no tienen ni pies ni cabeza. Son como un cúmulo de sensaciones que en cierto modo viven a la espera de que alguien las entienda y no porque sean complejas, más bien porque cada persona es un mundo y nunca encontremos a otro con un “mundo” idéntico al nuestro.

Podría hablar de mi mundo, de miedos y vergüenzas, pero prefiero no hacerlo ahora ya que me encuentro a la espera de corregir aquello que retrasa mi “progreso” porque en esta vida siempre hay que mejorar y el que no lo crea así, poco puede enseñarme. Más allá de la apariencia que podamos dar cada día se encuentra nuestro “verdadero ser”, ése que nunca sale pero que, cuando lo hace, sorprende a muchos, para bien o para mal, pero por fortuna he dado con más alegrías que fracasos.

Cuando me rodeo de gente que “saca” por un momento ese “verdadero ser” es cuando descubro que los “mundos” no son tan diferentes, y que de alguna manera valió la pena esa espera. Sin duda, la vida nos sorprende en cada instante, solo que nosotros sólo nos damos cuenta la mitad de veces.

A mí me ha sorprendido con una nevisca que me enseña no sólo a ver sino a observar las partes insuficientemente claras que aparecen en mi camino. Me enseñó también que a veces el mejor avance, es una buena espera.

Manuel Baile

El Caos XXII: Personas de cartón piedra

Se trata de esa gente que ni frío ni calor. Se trata de esa gente que actúa por obligación pero sin convicción. Se trata de esa gente que se mezcla entre gente para sólo ser gente. Se trata de esa gente que complica aquello que es tan sencillo tan sólo por creerse el héroe de su propio cuento. Se trata de gente tan falsa que no puedes diferenciarla de su sombra. ¿Quién es quién? No importa saberlo, pues no tienen nada que ofrecer. Lo poco que ofrecen es porque les sobra. Vamos, dar limosna.

Se trata de esa gente tan patética que hasta oír su nombre estorba. Se trata de esa gente tan poco clara que termina por confundir a la otra gente. Se trata de esa gente que huele a falsedad pero que otra gente prefiere contener la respiración para hacer creer a los demás que no huele tan mal.

Se trata de esa gente que hace que uno se deteste a sí mismo por odiar. Se trata de esa gente que son como magos, creen hacer magia pero solo despistan, engañan. La magia no existe y para mí ellos son magia.
Se trata de esa gente que uno no quiere ver ni por asomo. Ensucia la vista y el aire que respiras, desagradable compañía, de presencia innecesaria. Se trata de esa gente que lucha hasta por aquello que no quiere solo por el mero hecho de sentirse vencedor. Lo que no sabe es que ya ha perdido antes de empezar. Se trata de esa gente cartón piedra, necesarias para que a uno no se le olvide distinguir entre gente buena y mala. Se trata de esa gente...¿gente?

Manuel Baile

24.6.06

El Caos XXI: Autómatas del amor

Me pide el número de teléfono y yo, claro, se lo doy. Bien, algo normal, ¿no? Sí, pero es ahí donde comienza la cruzada; ella, vestida con traje de fiesta, se marcha y yo me quedo con mis cosas. Actué de forma espontánea, con cierta dosis de educación, creo. "¿Te importa darme tu número de teléfono?" me dijo ella en el momento en que se acercó a mí en la discoteca. Sencillas palabras a las que a uno le ponen en un tremendo aprieto. "Si no me conoce, ¿para qué querrá mi teléfono?" Fue ahí donde me paré a pensar y deduje que yo también hacía lo mismo siempre....siempre que me gustaba una chica. ¿Aquello era porque yo el gustaba? ¿Era eso lo que ocurría? No creo, ella no me conocía. Me había visto dos veces contadas en aquel lugar, que yo supiese. Tal vez no me había fijado en ella, no sé.

A pesar de ello, nunca me llamó. La noté algo ebria aquel día y, desde luego, pasé de insistir. Además, a mí me gustaba otra persona. Pensé que el hecho de pedirme el teléfono era una manera de intentar ser mi amiga, que no quería nada más; solo ser amigos. Bien, supongo. Pero, entonces ¿por qué nunca me había llamado? Después de pensar en lo ocurrido me dediqué a hacer mis cosas.

En otra ocasión yo salía con unos amigos a tomar algo y, para variar, cambiamos de lugar. A mí siempre me gustó cambiar y hacer cosas nuevas. Nos alcoholizamos, como cada vez que salíamos juntos y ya hacía algún tiempo que no nos juntábamos. Era el cumpleaños de Xavier. Allí, cerca de la barra de aquel bar, estaba ella, radiante, preciosa, bella; yo, me enamoré nada más verla. Sentí un espasmo en mi estómago y sentí unas ansiosas ganas de acercarme a ella. Pero no. La miré fijamente y creo que ella también me miró. Bajé la mirada y al volverla, ya no estaba. La busqué por toda la sala y cuando la encontré, me volví a fijar en aquellos ojos negros. Aguanté la mirada y cuando ella bajó la guardia, yo seguía mirándola. Ahí estaba; pensaba que tendría alguna posibilidad. La música alta y los focos y lasers cegaban mis ojos. Agarré el vaso de whisky y lancé un trago contra mi hígado; ahora tenía fuerzas suficientes para acercarme y allá que fui. Me acerqué seguro de mí y me presenté; le pedí el teléfono y hablamos un rato. Parecía buena persona.

La estuve llamando numerosas veces. Al principio parecía interesada en quedar y charlar. Creo que yo le interesaba. Poco a poco la cosa se fue deteriorando. Ya no respondía a mis llamadas y, cuando llamaba, a menudo me decía que tenía prisa y que ya nos veíamos. Estuve algún tiempo mandándole flores a casa y escribiéndole numerosos mensajes llenos de ternura; hasta que me cansé. Estuve así tres meses. Ella me gustaba mucho pero se ve que por mí ella no sentía lo mismo. Me recuperé del varapalo en poco tiempo. Nunca más la he vuelto a ver.

Meses después, llegó el día en que, aquella chica de la disco que me pidió el teléfono, me llamó. Ni me acordaba de ella. Hablando por teléfono me tuvo que contar muchas cosas para poder recordarla. Nos vimos en dos semanas casi todos los días. ella me contaba parte de su vida y yo, bueno, yo le contaba anécdotas de toda la mía. Daba la casualidad que siempre me llamaba ella. Al principio me parecía agradable. Hubo un día en que pensé: "Vaya, como agobia, tio". Se lo decía yo a mi amigo Jacques, mi compañero de piso. Lo conocí hacía algún tiempo y me conocía hasta mejor que yo mismo. Lucía, que así se llamaba ella, me enviaba siempre mensajes muy cariñosos. Joder; si yo solo pretendía ser su amigo. ¿Todos esos detalles significaban que quería algo conmigo? ¿Qué había fallado? En ese momento recordé una chica que conocí y estuve mandándole mensajes cariñosos y haciéndole regalos. Creo que llegué a agobiarla. Se trataba de la misma situación, pero a la inversa.

Estuve algún tiempo observando a la gente, sus comportamientos, sus reacciones; me fijé en cómo vivían el amor. Ahí descubrí que todos nos comportamos de la misma forma o, al menos, existen detalles que todo el mundo tiene. Tú le sigues a ella; ella te mira y tú le aguantas la mirada. Ella, ella baja la cabeza y en cuanto aguantes un poco mirándola, te vuelve a mirar; a ella le pareces al menos "graciosico". Tú estás allí preguntándote que qué hace una chica como ella en un lugar como este y zas, te vuelve a mirar. No para de mirarte; le "atraes" Chico, es el momento. Reúnes fuerzas y te diriges a ella para verla de más cerca. Pasas por su lado y vaya, es preciosa. Os miráis; no es que te considere el hombre más atractivo ni el hombre de su vida, pero le resultas "guapo". Es el momento del acercamiento.

Nadie hace nada por nadie, así que si te pregunta por tu vida, lo más seguro es que le "intereses". El amor es el engranaje que mueve el mundo, por lo que una persona que siente algo por ti intentará conocerte; para ello existen muchas opciones: desear que vayas a su a casa, decirte que no te vayas, invitarte a tomar algo, acompañarte al cine o preocuparse por tus problemas. Que te llama porque dice estar aburrida en su casa...quiere verte. Debes darle tu confianza, ella lo sabrá valorar. El error comienza en el instante en el que tu cabeza va mucho más allá de la realidad y piensas en un futuro próximo. Deja que el momento fluya por sí sólo, no lo fuerces. Déjate llevar.

Pero no; todo es un sueño, una fantasía y, como tal, no es real. No pienses en lo que pueda o no pueda pasar; te agobiarás. "La felicidad, como la sombra, es una fantasía. Todos los conceptos lo son, el amor, el miedo, la pasión...¿que son? Sueños. Intentar definirlos es como intentar encerrar el tiempo en un reloj. Las definiciones son imprecisas y vagas. Apuesto por la experiencia, sentir y no definir; sentir el tiempo deja marcas en el cuerpo". No esperes a que te llamen, ves tú si quieres verla. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy pero quieto, quédate parado por un momento, y haz las cosas bien. El amor es un tira y afloja y como personas que somos, tenemos comportamientos similares. Los sentimientos, al final, son inherentes en las personas. Parecemos autómatas; autómatas del amor.

José M. Sánchez "Daze"