28.4.06

El Caos XII: De espaldas al mundo



Difícil resultaría explicar aquello que no me deja ser yo
Ejemplar sería enfrentare a ello.

Evitable es la forma, pero no el contenido,
Sincera la manera y quizás también la finalidad.
Propósitos comienzan a escasear
Al igual que el miedo que ya no tiene donde atenerse.
Leal dejó de ser sinónimo de fiel,
Definiciones, también, que dejaron de tener significado.
Adversidades que llegan susurrándome una tregua
Sabiendo que siempre acepto.

Acostarme sin saber cómo “actuar” mañana,
Levantarme sin saber que “aprendí” ayer.

Marcharse no siempre significa volver, por eso mismo
Unión se desentendió del compromiso
Necesidades que borren obligaciones, y
Dinamismo que destroce monotonía...
O seguir igual, de espaldas al mundo.

Circuito de tinta donde corren palabras
Anónimas en su mayoría, no por miedo, mas bien por timidez.
Ordenar recuerdos, pues muchos no caducan.
Solucionar la “situación” que es pasado y qué no lo es.

Dividir en vez de unir,
Obligar en lugar de permitir,
Como si de...
Espaldas al mundo se tratase.


Manuel Baile

23.4.06

El Caos XI: Por culpa de la dependencia


“Me cago en la puta, ya están igual”. Se escuchaban gritos pertenecientes a niños y es lo único que se le ocurría decir. Sus chillidos son como espuelas dando y dando fuertemente en su cabeza. Ha tenido un mal día y cualquier cosa será suficiente para que se altere y saque la furia que lleva dentro. Su padre, como siempre, canaliza contra él todos sus problemas y eso a él le irrita. “Menudo gilipollas” se dice a sí mismo mientras recoge la cena preparada a desganas por su madre. Su madre es como todas las madres; en cuanto ve que hay tensión entre su marido y su hijo, se dispone, hábilmente, a preparar la cena, para así inyectar una pizca de paz.

Después de recoger la cena coge una bandeja y se dirige(como siempre) hacia el único sitio donde encuentra algo de tranquilidad y de paz: su habitación. Allí se encuentra como sumido en una cripta secreta repleta de los más inconfesables tesoros místicos; todos esos “objetos” a él le fascinan y le hacen sentirse bien, le encanta sentarse en la cama y mirar sus paredes cubiertas de posters y de artilugios “raros” recogidos de cualquier parte.

Yo sé que a él le gustaría vivir sólo, pero a su edad (unos diecisiete años) aún no es posible y es por ello por lo que vive a expensas de sus “superiores”. Y es que cuando llega de todo un duro día de trabajo, las horas o el espacio o, incluso, la situación, le obliga a casi recluirse ya que no puede hacer lo que le gustaría: escuchar música con el volumen a todo “trapo”. Si es que, en realidad, lo entiende; vive en comunidad y, claro, las horas a las que llega son muy tardes y a los vecinos no es que le agraden demasiado escuchar esa música que él llama “la mejor música del mundo”. Pues toma, “no tengo libertad”. No puede hacer nada de lo que le gustaría porque siempre tiene que depender de los demás. Y, ¿eso es libertad?

En verdad, ¿qué es la libertad? ¿Existe de veras la libertad? “Y una mierda” responde él siempre que se hace esa pregunta. “la libertad es una puta mierda” responde una y otra y otra vez. Es que “quién coño inventaría la palabra libertad, joder”. La libertad en sí misma no existe; siempre existe algún obstáculo o alguna barrera que no te deja actuar al libre albedrío. Siempre. Siempre está el factor tiempo, el factor casualidad (algunos lo llaman “suerte”) o el factor material y humano.

Cuando está paseando con “chati”, muchas veces, desearía estar en la otra cara de la tierra y ver las estrellas. Pero no; él se tiene que “joder” y no poder disfrutar de la noche con su amada. ¡Claro, como hay que depender del factor tiempo! Otras veces desearía estar en Londres comprando ropa pero...se tiene que tener dinero para ello; “puto dinero”. Todo y cuando digo todo es que es “todo” está regido y dirigido por el “dios oro” y no se puede escapar de él. Que quiere ir a –por ejemplo- Londres, pues tiene que depender del dinero. Para divertirse con sus amigotes jugando al billar, necesita dinero. Que el cine es una buena terapia para relajarse, pues necesita dinero (¿cómo no?). Todo cuanto quiere hacer se necesita dinero, así que pues hace lo que hace: aprovecharse de sus padres y cuando le dicen algo, en vez de gritarles o alterarse, carraspea sigilosamente y abandona la sala de estar para refugiarse, como siempre, en su “santuario”.

Hasta pasear le cuesta dinero. “Mamá ¿es que quieres que vaya desnudo?” Cómo va a ir desnudo, la sociedad ya le está imponiendo que vestir debe ser algo “esencial” en un ciudadano. “Pero ¿por qué coño me tengo que poner esa camisa para salir?” Y es que la sociedad en la que vivimos también nos “impone” la forma de vestir porque, claro, ¡no va a llevar nuestro chico una cresta con el pelo verde con pantalones ajustados color púrpura y una camiseta tan ancha que podría hasta cubrir el cielo! Pues claro que no, eso no es (como dicen los políticos) lícito ni estético. Pero si el chaval se encuentra agusto así y va la mar de cómodo, por qué cambiar. Pues no. Que una vecina llame la atención de su madre para decirle que iba echo un “piltrafa” no es que sea muy recomendable para las madres de España (ni para las de España ni para cualquier país que tenga un PIB superior a, al menos, una potencia). “A tomar por el culo” grita cuando se siente triste y melancólico esperando a que llegue el día en que pueda hacer en cada momento lo que le plazca, sin tener que depender de nada ni de nadie y así saborear esa “libertad” que algunos promulgan.

18.4.06

El Caos X: Más cagadas


Cuando uno lleva tiempo sin escribir, volverse a encontrar con las teclas resulta arduo y cansado; uno se encuentra torpe en estos ambientes de tic tac repetidos con golpes de dedos arriba y abajo. Empiezas con una idea, te sientas y te pones frente a frente con una hoja en blanco. "La hoja por sí no va escribirse" te dices, pero en ocasiones es lo que uno desearía. Tratas de enlazar palabras más o menos sencillas con tecnicismos para darle un poco de, qué se yo, estilo, y acabas escribiendo cualquier mierda sin sentido que uno mismo nunca entiende demasiado.
Así me encuentro yo, escribiendo una palabra tras otra, sin pensar, porque pensar demasiado es malo, uno rebusca en el diccionario que tiene en la cabeza desde chico y en el que se le han ido acumulando más términos, muchos de ellos innecesarios, y uno escribe lo que se le viene a la mente, la mayoría de las ocasiones sin saber por qué. Tampoco es que tenga que contar algo interesante al menos, no ya excepcional, que merezca la pena contar, pero es así incluso la palabra interesante me parece excesiva, qué pasó en mi vida que merezca la pena contar, y no sólo contar sino que merezca la pena molestarse en escribirlo. Ya les doy yo la respuesta, nada. Uno pasa gran parte de su vida tratando de encontrar cosas, experiencias con la que uno se sienta orgulloso, que digo orgulloso al menos no avergonzado de pasarlas, de ahí que siempre ocultemos nuestras más inmundas situaciones, vivencias de las que uno no se siente orgulloso y que menos ridículo.

Pasado tanto tiempo sin darle una oportunidad a una idea, una chispa que se le pasa a uno por la mente, “ésta puede ser la buena”, uno se da cuenta que con los años nos volvemos más exigentes, y me refiero exigentes con todo, con el trabajo, los amigos y también con el amor. Las chiquilladas se dejan a un lado, la chispa ésa ya no vale, no da bola, no funciona a menos que sea para encamarse y poco más. Uno crece y al igual que con su vida, con sus frases también se vuelve más exigente, menos trasgresor, más razonable a la hora de escribir lo que se le pasa por la cabeza.
Uno repasa a fondo cada cosa que escribe, “esto no queda bien acá, se podría decir de otra manera”, y es cuando se echa de menos esa figura que fue uno, libre de escribir, de poner en el papel lo primero que le venga a la mente sin reparar en estará bien, a quién le importa. No. Y así a uno le cuesta acabar lo que un día empezó, como un juego, un galimatías, palabras y palabras entrelazadas que contaban una historia y nada más, para qué darle vueltas a la cabeza con razonamientos que lo único que consiguen es destrozar la esencia de cada uno, de sentarse frente al papel y sacar algo, darle vida a esa hoja en blanco.
No sé, nunca supe nada y nunca sabré nada, de hecho no quiero saber, el mundo que uno se crea allí arriba, sobre los hombros siempre fue un caos, a quién quiero mentir cuando digo, se acabó el tango, se acabaron las tonterías, el repataleo infantil y las cagadas, voy a ser mejor persona, no con los demás sino conmigo mismo, a quién quiero engañar, a mí mismo, bueno es cierto, sí, uno siempre sufre por su propia culpa, no es que los demás te hagan daño, no es que uno se lo hace a sí mismo por que nadie se conoce mejor que uno y los demás sólo creen conocerte.

Está listo, uno comienza a escribir, y no para porque no pueda sino por que no debe. ¿A dónde llegaremos?

16.4.06

El Caos IX: Alguien mueve los hilos (y 4ª parte)

4º A propósito de la verdad
La verdad puede ser en ocasiones tan dura como un golpe. Si llegado el momento, un día descubriéramos que todo lo que nos rodea es falso, que es cierto que lo que pensamos, hacemos o decimos es inducido por otro ser superior, que no tenemos voluntad y con ello libertad, esa verdad no sería tan dura como un golpe, sino como millones de golpes, uno tras otro, sin descanso, sin la oportunidad de protegernos.

Si esta es la verdad quizá no quiera saberla. Sin embargo sería como aquellos que se contentan con lo que tienen, que miran alrededor sin fijarse, sin que les importe lo más mínimo lo que haya allá arriba, sin ambición, sin ansia de conocimiento. Al igual que Sócrates me tomarían por loco. ¿Quién comprendería o aceptaría esta verdad?. Quizá sólo unos pocos, pero esos pocos serían tachados, dilapidados públicamente, objeto de mofa y quizá encarcelados o retenidos en centros mentales. Por eso muchos callan, por miedo, por vergüenza o por negación.

Quizá estemos cerca de la verdad, pero demostrar algo tan indemostrable agota las fuerzas, en ocasiones desanima la espera, el largo camino por recorrer, y sobre todo el temor de estar ante la verdad, de saberse conocedor de la realidad, y que sea tan inmunda, tan caótica o sencilla, tan increíble, que quizá esa luz nos ciegue y por esa razón demos la vuelta contentándonos con lo que ya conocemos.

13.4.06

El Caos IX: Alguien mueve los hilos (3ª parte)

3º A propósito nuestra solitaria existencia
De verdad alguien puede creerse que estemos solos en este “infinito” universo. Un universo repleto por millones y millones de planetas, y sólo uno de ellos, el nuestro, poblado. Realmente increíble. Millones y millones de sistemas desperdiciados ¿para qué?, ¿de qué sirven?. Sería como estar en esa caverna de Platón, hablando y escuchando nuestro eco, sin levantarnos, romper las cadenas y caminar hacia la luz, sería como gritar a viva voz hacia el espacio infinito y que no sirviese de nada, como entrar en una casa vacía y preguntar si hay alguien, a sabiendas de que no vamos a obtener respuesta.

Quizá si exista, lo deseo, y puede que en este momento también se haga la misma pregunta, que se niegue a verse sólo en este complicado sistema. Quizá sea igual que nosotros, inquieto, con miles de preguntas o sabedor de la verdad, quizá más próximo a ella. De no ser así la Tierra sería nuestra prisión, condenados a una existencia solitaria, encerrados en un mundo. Quizá seamos los últimos del universo, colocados en este planeta hasta que nos extingamos, y si esto fuese cierto, ¿de qué serviría seguir viviendo?

El Caos IX: Alguien mueve los hilos (2ª parte)

2º A propósito del universo
Uno cuando pregunta acerca del universo siempre obtiene la misma respuesta, “el universo es infinito”. Cuando uno dice esto parece que se le llena la boca de orgullo, de sapiencia. Para nosotros algo que no tiene fin es increíble, porque nuestra vida y lo que nos rodea sí lo tiene. ¿De qué sirve algo que no tiene fin?. Si no tiene fin, nunca acaba y se extiende, años luz desde nuestra perspectiva.

Pero y si tuviese fin, no es posible demostrar la infinitud de algo que desconocemos. Y si ese fin fuese una pared, ¿qué pasaría si rompiésemos esa pared?, ¿qué habría detrás?, ¿más universo?, y millones de años luz detrás y otra pared, y seguiríamos con el mismo proceso, o simplemente la explicación a todo. Conocemos el sistema solar, las estrellas, pero nuca hemos estado en ellas, se afirman conjeturas acerca de la posibilidad de la materia de la que están compuestas, pero a ciencia cierta, no lo sabemos. Por tanto en este momento podríamos afirmar que el universo es finito, llevar razón, simple conjetura, y seguir sin demostrarlo, al igual que no se puede demostrar su infinitud.

8.4.06

El Caos IX: Alguien mueve los hilos (1ª parte)


“Alguien mueve los hilos”. Esta afirmación hace tiempo que ronda por mi cabeza, como una cancioncilla que se queda grabada y no te la puedes quitar en todo el día. Aún recuerdo aquel día en el espigón, con dos buenos amigos. Conforme el tema iba avanzando se me ponían los pelos de punta, y sabía por qué. Aquello era una especie de revelación interior, una sensación nueva, ellos sospechaban lo mismo que yo. El miedo se apoderó de nuestros cuerpos. ¿Aquello era verdad?. ¿Y si lo fuese?
Los intrincados cambios universales estaban jugándonos una mala pasada, estaban tanteándonos el terreno, quizá estábamos cerca de la verdad, pero a la vez era tan inmunda que hubiese deseado acallar mis palabras, enterrar mis pensamientos. Pero no fue así. El tiempo pasaba lentamente, el lugar cada vez parecía más inhóspito, cambiado, ajeno a nuestras interpretaciones. La noche ocultaba nuestros rostros, ni si quiera la luna iluminaba el mar. A lo lejos las luces parecían distorsionadas a placer, pero la pregunta era ¿por quién?. La noche nos dejó un mar de dudas. No pude dormir.
Aquella revelación no era fortuita, o sí, no puedo concretar. Alguien controlaba nuestras vidas, nuestros movimientos desde arriba. No éramos libres. Es raro como a veces un lugar parece distinto aunque lo veamos cada día, parece cambiado. Será un fallo en el complicado sistema al que pertenecemos. Es todo un escaparate del que somos participes o simples peones. Quizá nada sea real, ni si quiera yo, quizá no existamos, quizá todo sea un sueño. ¿Quién puede probar que no es así?. Si estamos predestinados a una vida, si nuestros futuros pasos están marcados desde que somos algo. Si es así quiero saberlo. No quiero formar parte de este juego.
Ni si quiera soy libre de tomar mis propias decisiones porque éstas ya están definidas. No sé si esto puede considerarse un postulado filosófico pero al menos intentaremos argumentar estos pensamientos que no demostrarlos científicamente, ya que es imposible, como demostrar que existe dios sino es a través de la fe.

1º a propósito del ser humano
El ser humano como tal piensa, luego existe, como afirmó Descartes. Pero, ¿realmente piensa o esos pensamientos son inducidos por alguien o algo superior?, que de algún modo introduce esas afirmaciones, dudas, ruegos en nuestra mente y se expresa por medio de nosotros. Luego si esto fuese cierto, nuestro amigo Descartes estaría equivocado. Sí, podríamos decir, desde luego pensamos, por lo tanto existimos, pero acaso no habría que hacer una distinción entre pensamiento racional e irracional, porque si ese pensamiento, el que nos da la razón de nuestra existencia fuese de tal manera que sólo aquello que tenga pensamiento existe, entonces afirmaríamos que animales, plantas y cosas no existen, y sin embargo las vemos.
También podríamos decir que esa afirmación solamente es válida para el ser humano, entonces tendríamos que hacer su correspondiente para el resto de seres y cosas que pueblan nuestra tierra: “no piensas luego existes”. Cómo entonces podemos averiguar o reafirmar que existimos, que formamos parte de algo. Que nos veamos, que nos sintamos, estos cuerpos, los demás seres, eso no demuestra que existamos, porque también afirmamos que existen otras cosas, fuerza, voluntad, amor, sentimientos en sí y no podemos tocarlos, sin embargo los sentimos, creemos que existen. Aun así, es indemostrable que esto no forme parte de un sueño, que seamos sólo seres imaginarios en la mente de un ser superior, y a la vez es tan difícil imaginar que sea cierto por lo que nos rodea, por lo que de alguna manera vivimos. Quizá todo sea una prueba de fe, de ver hasta dónde podemos llegar y yo quiero y siento la necesidad de descubrir la verdad.

El Caos VIII: Reflexiones en la oscuridad


Las paredes de esta casa no son paredes; la casa se me queda pequeña (o grande, según se mire) y no sé por que. Tal vez es como estar en una prisión sin medida en la que soy un preso común de cualquier celda. No siento nada, tan sólo me dejo llevar por estos pasillos que se dirigen hacia cientos de lugares pero, todos ellos, distorsionados.

No sé cómo explicarlo y ni siquiera conozco si existen las palabras para poder hacerlo, pero me siento como una flor sin sol, como un rayo sin luz, como un espectro en llamas, como un coche sin motor y todo -creo- que es debido a que la llave que abre la puerta de mi alma, nadie la consigue abrir.

Un escritor, por muy retraído que se considere, espera que sus letras y sus textos lleguen a alguien (al menos sí a alguien amado); y ese alguien que las comprenda hasta tal punto de comprender a la perfección todo cuanto rincón del autor esconde. Creo que el mundo está de suerte por tener en su haber a todos esos miles de personas que se dejan la piel por los demás; como los médicos, los voluntarios de las ONG’s incluso, los periodistas. Siempre habrá una persona que aparque su vida por ayudar a los demás aunque, el simple hecho de estar para los demás en todo momento, sea contraproducente para su vida.

Es una pregunta sin respuesta el hecho de querer conocer lo que nos deparará el futuro; un futuro incierto es a lo que se ocupa el Tiempo divirtiéndose a nuestra costa pensando qué hacer con nosotros. ¿Cómo es posible que aquellos hombres buenos tan sólo perduren en la memoria? ¿Cómo es posible que aquellas personas bondadosas mueran sin haber vivido lo suficiente?

No sé si no sé, pero sé que sé que “no saber” es muestra de curiosidad, de añoranza, de deseo, de ambición, de voluntad. Yo como siempre “espero” algo; en el fondo creo que todos esperamos algo de la vida y que se nos recompense por haber sido “buenos”. Esta vida nos regala un resquicio de su sabor como susurrando que nunca es excesiva la bondad y que debe ser regada cada día y alimentada con las mejores de las voluntades.

Tal vez el mero hecho de esperar algo es un signo de desconfianza y de miedo. ¿Miedo? ¿Miedo de qué? ¿De perder todo cuanto deseas? Tan sólo soy un vil campeador de estos hieráticos paisajes que cubren la burbuja en la que vivo. En realidad es como una reivindicación; como una llamada a la tierra por todo aquello bueno que has cometido a través de estos años. A pesar de ello, “esperar” siempre resulta desagradable (al menos sí para el que espera) y es por ello por lo que, a pesar de cómo se sienta uno en su interior, no debe de dejar que, el no obtener lo que desea, es un castigo; tal vez es un toque de atención para que no nos distraigamos.

Me apoyo en la ventana para fumar un poco y, apoyado en esa barandilla, veo a todas esas personas paseando, disfrutando, fumando, riendo; pero no sé que es lo que piensan ni cómo se sienten ni lo que les sucede en su interior. Tal vez sea una fachada lo que veo; una fachada que el mundo percibe. Seguro que tienen problemas, seguro que muchos sufren, seguro que algunos llorar (seguro que por amor), seguro que...seguro que hasta hay alguien que está pensando en lo mismo que yo en este preciso instante.

1.4.06

El Caos VII: No todo es blanco o negro


Apeado en este tren de la vida y con la tormenta próxima a mis ojos, recuerdo los días de ensueño, inolvidables, intensos, largos, especiales, dulces, bondadosos, preciosos, envidiables, fortuitos y perfectos que conforman un compendio de mi existencia. Pero siempre hay lago que falla; siempre. Estar en un mal lugar ante una inesperada situación, hace florecer un odio guardado en mi “cajón mental”. Intenté olvidarme de ese odio y de ese rencor poniendo en relevancia todo cuanto amor sentí; intenté recobrar en un suspiro la bondad y el honor para así hacer sentir bien a los demás.

Siempre fue terrible guardarse el rencor. Un día lo coges por el cuello y te das cuenta del mal cometido. El cometido de las personas no es hacer el mal pero por naturaleza lo padecemos y lo llevamos a cabo; es inevitable. Horroroso es cuando apagas la furia de Vulcano que atraviesa tu interior compadeciéndote de ti mismo y de los demás. Difícil situación.

Simplemente cuando sucumbo a los deseos de la pluma, esta parece cobrar vida y vaga sigilosa y solitariamente despertando los rincones ocultos de nuestro interior. Es maravilloso tener un conflicto con uno mismo, controversias en la mente y ver como, inconscientemente, las palabras fluyen incesantemente, sin que nadie ni nada consiga parar semejante carrera. Abrasivas, reflexivas, perpetuas, complicadas, identificadas, condicionadas, libres, inconscientes son esas letras que respiran las palabras de nuestro ser.

Hoy tengo que volver a decir “adiós”, pero en realidad no es un “adiós” cualquiera y no se corresponde con su verdadero significado. Decir “adiós” equivale a no ver nunca más a esa persona carismática que llenó un día tu corazón de alegría. No es un “adiós” común y corriente, no es un “adiós”. Simplemente un “hasta luego” con tardanza incluida. Le volveré a ver, le volveremos a ver, de eso estoy seguro. Pero a pesar de los “hastaluegos” y los “techaremosdemenos”, siempre existe un reflujo de pensas puestas en marcha, esperando echar a andar por nuestros párpados. Así es.

Rezumo humo de amor por todo mi ser, pero tan bonito es...que lucho contra el. ¿Por qué lucho en contra? Es una batalla ganada, una emboscada alcanzada, un abordaje esperado, un naufragio tranquilo, una carrera épica. Creo que, en realidad, los hombres, las mujeres, los niños y las niñas, siempre buscaron el conflicto en sus mentes para poder(tal vez) seguir estando en guardia ante cualquier tristeza. Buscamos lo malo de entre los escombros de lo mejor; olfateando las sobras del mejor banquete al por mayor. “no se, tal vez las personas son distintas; blancos o negros, machos y hembras....yo vine a ser gris”.

El Caos VI: La mariposa


No sé qué me indujo a ir allí, qué me indujo a subir aquella escarpada cima. Solo sé que debía estar en aquel lugar, en ese momento. Quizás fue una llamada de la naturaleza que con su salvaje grito me obligaba a trepar, deprisa, más rápido, sin descanso. Y lo hice. Mi pecho ardía, mi corazón latía con fuerza como si quisiese escapar de mi cuerpo. Y entonces ocurrió algo inesperado, una pequeña mariposa de negras alas moteadas de un cálido amarillo salió a mi paso.

En ese instante no le di importancia, pero en el siguiente recodo del camino me la volví a encontrar. Era curioso, su revoloteo era incesante, volaba con una cadencia un tanto mágica, inusual. Paré entonces para observar al animalillo y para mi sorpresa se detuvo, se poso en una piedra. Cuando yo procedí a continuar mi marcha se puso en vuelo, se adentró entre los árboles, desapareció de mi vista. Cual sería mi sorpresa cuando en el siguiente recodo volvió a salir a mi paso. Movido por extraños impulsos le hablé.

Le comenté mi intención de retratar su forma. Aquello empezaba a tornarse demencial, yo hablando con una mariposa y pidiéndole permiso para eternizarla. Ella, al menos ajena a mis intenciones, comenzó a revolotear a mi alrededor hasta que detuvo su vuelo en el suelo, a un paso de mi. Saqué mi cámara y le puse tan cerca el objetivo que podía reconocer cada una de sus partes, la perfección de sus alas. Sólo entonces, cuando hube guardado mi cámara, sólo entonces, alzó su vuelo de nuevo, volvió a seguirme como un guía, señalándome el camino. Y no dejé de hablarle entonces, continué mi charla, aunque los excursionistas pasasen a mi lado, no importaba.

Me tocó el lado espiritual de tal forma que vi aquella ascensión como una prueba, un reto, un aprendizaje al conocimiento de mi alma y mi persona. Quería llegar arriba lo antes posible, alcanzar la cima. Me sentía vivo, repleto de fuerzas. Cerca del final habitaban los reyes, los dioses del cielo, su terreno pisaba debía tener cuidado y no lo tuve, los subestimé, invadí su espacio sin permiso, sin una invitación y casi lo pagué caro. Se abalanzaron sobre mí, con sus leyes, con sus reglas, advirtiendo al extraño del peligro que acecha la cima del conocimiento, de la aventura del alma, de saber demasiado.

Y no, no estaba preparado para ver la realidad, para hablarle a mi alma de tu a tu. Y si, huí, por sus advertencias, porque era demasiado pronto, porque necesitaba estar preparado para la verdad y quizá fue mejor así. Entre en la cueva de Platón para salir por su otro extremo, vencido, humillado tal vez, o simplemente concienciado de la prueba tan dura a la que estaba expuesto. Y sí, volví a hablar con la mariposa que a mi vuelta salió a buscarme, como un perrillo dispuesto a curar mis heridas, las del corazón, a animarme a una segunda ascensión esta vez preparado, dispuesto, atento a las señales, fuerte, sin miedo a que mis ojos vislumbrasen la verdad, a aceptarla tal como es.

Y allí, desde el abismo que me animaba a caer en sus brazos, entre aquellas malditas rocas en las que probablemente habría encontrado mi fin, o mi salvación, comprendí que algunos no estamos preparados para ver esa verdad, llamémosla como queramos, que aún no es tarde para retomar el camino. Y me sentí como aquellos héroes clásicos, como Jasón, como Ulises, como Hércules y sus doce pruebas, sólo que yo fallé, desprovisto de armas, novato en esas lides me sentí más como un Quijote español, entre fantasmas, entre visiones, quizá por eso ellos son griegos y yo no. Pero no cejaré en el intento, volveré, más curtido, más sabio y preparado, para hacerle frente a esos reyes, a esos dioses que me negaron el paso, a los miedos y a los males que guarden, que me esperen detrás, volveré como un hombre, sintiendo el vacío bajo mis pies y el viento que con furia golpeará mi rostro, tratándome de hacer caer o desfallecer en el intento.

Mi conclusión fue la siguiente, que si bien el Caos que ocupa nuestras vidas, que ocupa mi vida, nos mantiene bajo esa montaña, alejados de la verdad, atentando contra nuestra cordura y ocultándonos la realidad, yo en mi afán de escapar de la locura, quise encontrar un camino que me exiliase de este lugar. Más si la verdad que se oculta en aquella cima es que realmente mi demencia es y el caos no existe más que en mi imaginación y mi mente alterada por la posibilidad de vivir un sueño, una pesadilla de la que me es imposible despertar, y con estas palabras en parte demuestro porque ni yo mismo sé que estoy contando o diciendo, entonces la verdad es que estoy loco, perdí la razón hace tiempo, por mi mismo, por situaciones adversas, ajenas o colindantes a mi existencia, por alguien en concreto.

Entonces, y repito mucho esto porque no se me ocurre otro sinónimo alternativo, cosa que evidencia más mi locura, cuando llegue a aquella cima, caso de que descubra que no hay nada más que roca, y un extenso paraje a mi alrededor, no me sorprenderá demasiado descubrir que mi demencia es cierta, que todo es producto de una mente enferma, maldita y poseída por quién sabe qué. Sólo restará una cosa, saltar al vacío, volar hacia el abismo y destrozarme contra las rocas para así devolver mi alma y descansar mi corazón.

ALEA JACTA EST. SIC.