29.7.06

El Caos XXIX: Soledad

La soledad es la suerte
de todos los espíritus
excelentes
Arthur Schopenhauer
Hay cosas que nunca cambian. Llega un momento en la vida en el que, por más que intentas, estás solo. Pero “solo” no es sinónimo de soledad. “Solo” es sinónimo de aventura. Tal vez, el término “aventura” no tenga especial relación con la palabra “solo” directamente, pero cuando deseas aventurarte y divagar por los rincones de las sociedades, son muy pocos los que te acompañan en ese viaje. A veces, incluso, nadie. Cuando te levantas un día y ves discurrir tus necesidades más directas por el camino de ningún lugar, te planteas el seguir. ¿Para qué ir a tal o cual sitio si tendré que ir solo? ¿Por qué desear hacer un viaje si después tendré que ir solo? Pero si nadie debería necesitar a nadie para ser feliz; nadie. Pero siempre es bueno que tus alrededores sean cómplices de tus actos.

En realidad nadie está tan solo como se piensa. Siempre habrá un manto de estrellas arropándolo, siempre habrá un sol que nos caliente la piel, siempre habrá un libro al que conocer profundamente, siempre habrá una melodía que te invite a susurrar. A decir verdad, todo fluye y nada permanece. En esta vida circularán numerosas personas. Conoceremos a parte de ellas pero solo una pequeña parte de todas ellas, seguirá estando ahí, pase lo que pase. Son, tal vez, unos pocos los que sigan pero valdrán, de verdad, la pena haberlas conocido. Son esos seres que, sin hacer nada, te cambian el curso de tu vida. te enseñas, aprendes, aprenden y enseñan.

La independencia es un grado. Es sentirse valeroso para vivir en libertad, para hacer lo que a uno, de verdad, le plazca. Ir de aquí para allá, llevar a cabo los sueños. Pero, a pesar de todo ello, todos necesitamos de alguien. Simplemente, compañía. No es desear nada del otro mundo. Es querer que haya alguien que escuche. Coger el coche e irse lejos puede ser maravilloso, pero ¿siempre? Hay veces en las que uno desea que exista alguien a su lado para decirle cualquier cosa y no tener que hacer a la radio partícipe de tus pensamientos. No es un deseo de estar enamorado ni enamorada; es “no hablarle a las paredes”. Es proponer cualquier situación y que, al menos uno solo, esté dispuesto a arriesgarse por ti. Es no tener que hacerlo solo. Es bonito ser invitado por alguien a pasar un tiempo con el o ella. Jamás se debería denegar una propuesta de este tipo; nunca se sabe cuanto tiempo pasará hasta volver a ver a esa persona. Tal vez, si nos ponemos pesimistas, nunca.

Solo. Esa es la palabra. Pero solo uno mismo es capaz de no sentirse solo. Creo que irse solo a los lugares es un afán de conocer cosas nuevas, personas nuevas. Y siempre ocurren cosas asombrosas. Parece tratarse de una Ley de Murphy: cuando estás con alguien y si pasa algo, podrás comentarlo, nunca pasa nada. Es cierto. En cualquier lugar, en cualquier momento siempre hay alguien dispuesto a saber de ti, conocerte. Sólo tienes que mostrarte abierto y confiar en la gente un poco. Maduro, ser maduro o, mejor dicho, consciente de tus actos es una manera de ser razonable. Tu ya sabes quienes son esas personas que de verdad te hacen sentirte bien. Tu ya sabes quienes son esas personas que te quieren y no te dejarán tirado. Tu ya sabes quienes son esas personas que no te traicionarán. Pocas, son siempre pocas pero, mejor, ¿no?

El Caos XXVIII: Terror atómico

Tu vida transcurre a veinticuatro fotogramas por segundo y los ojos se te secan. Se han convertido en una sustancia endurecida, podrida y yerta. Mas aún conservas tu vista. Observas que el ciclo, las vidas, las personas, los rostros, las situaciones se repiten, y tus sueños jamás se cumplirán. Pasó el tiempo de sentarte a pensar qué será de tu futuro. Al fin has descubierto que acabarás como el resto.

Una bola de fuego vuela hacia ti. Tienes todavía unas moribundas milésimas de segundo para que discurran tus pensamientos. Pensabas ir a la metrópolis. Serías un gran arquitecto. Ganarías dinero, darías de comer a tus padres y hermanos y crearías tu propia familia. Eras un gran estudiante. Un joven con sueños banales, humanos, perecederos, trascendentales para ti y otros millones de insignificantes seres. Suficientes para dar felicidad a ti y a los tuyos. A esa mujer que te dio la vida.

A esa mujer, a esos hermanos, a ese hombre, cuyas tripas revientan ante tus ojos entre los látigos de fuego. No hay sonido. Tus oídos no quieren dejarlo penetrar. Es demasiado horrible y terrorífico.
Miles de fantasmas en tan sólo un segundo
. Flotas. Tu cuerpo vuela contra la pared. Se viene abajo.
Tu corazón todavía late, aunque ya no alberga esperanzas. Se acaba. La vida se muere. Velocidad, silencio, estruendo, tiempo que se detiene. Te mueres.

La ciudad se ha convertido en un amasijo de hierros y cenizas. De piedra y huesos. De carne quemada y vidas segadas. Los brazos, piernas, estómagos y cabezas han caído por doquier de forma aleatoria. Hay un niño incinerado sobre una farola que se ha derribado sobre un coche con dos esqueletos descabezados.
Los últimos resquicios de vida asoman a las ruinas. Mutilados, infestados, muertos en vida. Observan el caos. La masa inerte formada bajo el hongo gigante. Los tentáculos de hierro se aplastan entre ellos.
La confusión, la materia descompuesta, lo que tuvo sentido se ha convertido en cosas.
Cosas indefinidas, confusas, entre la niebla, la nube de polvo. Las líneas se desdibujan.
Lo que fue ha dejado de ser. Ya no hay ser, ni sustancia, ni esencia, sólo materia. Se ha completado el círculo.

La gran explosión. El caos. Las cosas estaban confusas, sin sentido ni por qué, en un estado llamado caos. Antes de que un ser llamado Dios les diera sentido y creara lo que es, lo que existe. Y llegó la existencia. El todo que el hombre atómico exterminó, reventó bajó la gran y hermosa seta que creó una pequeña parcela de caos en el universo, unos kilómetros de exterminio, completando y emergiendo para siempre el círculo de creación y destrucción.

Dos jóvenes en un instituto de Columbine sacan unos rifles y disparan a sus compañeros, profesores y a todos los que se cruzan en su camino. Los gritos corren por los pasillos anticipándose a los pasos despavoridos de unos jóvenes histéricos que huyen del sonido de la pólvora, sorteando la sangre y los cuerpos de sus amigos de toda la vida esparcidos por el suelo. Unos segundos sin respuestas, sin sentido, sólo con muerte y un puñado de fiambres. ¿Eso es el caos? No lo es. Todo tiene sentido, cada reacción, cada mirada, cada temblor y escalofrío. Nadie sabía que reaccionaría de una determinada manera, pero todo tiene una explicación. Incluso los asesinos estudiaron las mejores posiciones para abrir fuego.

El caos es un concepto tan difícilmente concebible como el infinito, la nada o la muerte. Cualquiera que lo medite puede llegar a la conclusión de que sólo se puede atribuir el caos al ser humano. En la naturaleza todo se rige por leyes, físicas, químicas y matemáticas. Una rama de un árbol se derrumba sin más y mata a un hombre que dormía debajo. No es caos, son leyes físicas. Son probabilidades, estadísticas, la ley de gravedad estirando de la rama carcomida. Ningún animal actúa de forma sorprendente e inexplicable, la mayoría de sus conductas son innatas, no aprendidas. ¿Existe el caos entonces? En la naturaleza desde luego parece que no.

¿Qué es el Caos? Dícese del estado de confusión en que estaban las cosas antes de que Dios les diera sentido para la creación. En Grecia es el desorden.

Abel Bri

7.7.06

El Caos XXVII: Un sólo camino

Tantas opciones...pero un sólo camino. Quizás no sé, o quizás sepa mucho, que no sé qué es peor pero mientras me aclaro o no, será el ser observado por los ojos del mundo lo que me frena, lo que me cohibe. No es estar atado de pies y manos, es...no sé, pero duele más ser un prisionero en plena libertad. sé que tengo una capacidad de maniobra, pero siempre en torno a lo mismo, un solo camino. También sé a quien acudir, el tiempo separa a buenos de malos, por lo menos, los buenos, están en mi camino ahora. ¿Y los malos? No sé, pero prefiero llamarlos “menos buenos”...porque “malos” solo somos unos pocos.

Ahora veo lo que antes no conseguía o no quería ver. Que ese único camino también da la vuelta, no es un camino de baldosas amarillas que tiene un fin o un propósito. Este camino, mi camino, está destrozado...pero tengo un consuelo: no hay bancos para sentarse. O sigues avanzando o retrocedes pero no hay punto muerto.

Ya son unas cuantas las veces que he retrocedido, que he vuelto a ver las mismas cosas, personas...lo curioso es que cuando vuelvo a pasar es distinto. “¿Por aquí pasé yo?” es la pregunta que me suelo hacer. Muchos días, sin haber empezado, me apetece acabar. Lo llamo “días muertos” porque lo único que les da vida es que va a haber un mañana, otra oportunidad...pero un solo camino. Hoy para mi es un día “muertos”. No he hecho nada pero estoy cansado y mis mejores pensamientos van para ese sueño, para otro libro que tiene “atrapado” y que tendrá que salir a la luz algún día. Es inevitable.

Manuel Baile

El Caos XXVI: Espacios muertos

Lo más triste hasta ahora no se basa en lo escrito. Lo más triste se encuentra entre líneas, la parte no escrita, los espacios en blanco, los espacios muertos. Lugares fríos, pues allí nunca se dice nada. No hay nada pero tampoco se puede decir que existe el silencio. Alguien dijo que lo más sincero en una conversación es el silencio que hay entre palabra y palabra. Aquí no ocurre lo mismo. El silencio es respetable, por más que muchas personas hablen y hablen sin decir nada, supongo que no comprenden el silencio, lo temen. Leer entre líneas es ir un poco más allá. Es pensar por ti mismo, algo importante porque por lo que veo y siento, cuando alguien se canse de pensar por sí mismo podrá comprarse algún “invento” que le haga menos persona en este menos mundo que habitamos. De este modo es como se llega a los espacios muertos.

No es lo mismo pintar de blanco que dejarlo en blanco. Espacios muertos también son palabras muertas, tanto orales como escritas. Hay palabras “invisibles”. Las que sólo uno puede leer. No se ven pero se leen. Esas son las que más sinceras y lo son porque no pretenden serlo, nacen solas, o son un “invento”, de naturaleza tanto simple como complicada. Son el único remedio que yo veo para hacer frente a los espacios muertos. Pero es tan difícil. Yo trato de borrar ese lugar. Trato, quizás, de disfrazar espacios muertos de timidez. Pobre amiga timidez. Siempre le achaco todo a ella, aunque tampoco es justo por mi parte. Y ya para acabar, decir que desgraciada los espacios muertos gozan d mucha vida. ¿Cómo? Pues porque viven en la gente, por eso gozan de vida. Y ¿por qué llamarlos espacios muertos? Porque apagan a esa misma gente, las convierte en “gente” superficial, aburrida, nada interesante, gente muerta de razón, para que suene menos “fuerte”: gente de broma pero sin gracia, de la que no me hace falta tener ni a ti tampoco, amiga timidez.

Manuel Baile