30.6.06

El Caos XXIII: A la espera

A veces escribo y no sé para qué. Siempre he dicho que escribo aquello que no sé decir, no falta que hace, porque la mayoría de cosas no tienen ni pies ni cabeza. Son como un cúmulo de sensaciones que en cierto modo viven a la espera de que alguien las entienda y no porque sean complejas, más bien porque cada persona es un mundo y nunca encontremos a otro con un “mundo” idéntico al nuestro.

Podría hablar de mi mundo, de miedos y vergüenzas, pero prefiero no hacerlo ahora ya que me encuentro a la espera de corregir aquello que retrasa mi “progreso” porque en esta vida siempre hay que mejorar y el que no lo crea así, poco puede enseñarme. Más allá de la apariencia que podamos dar cada día se encuentra nuestro “verdadero ser”, ése que nunca sale pero que, cuando lo hace, sorprende a muchos, para bien o para mal, pero por fortuna he dado con más alegrías que fracasos.

Cuando me rodeo de gente que “saca” por un momento ese “verdadero ser” es cuando descubro que los “mundos” no son tan diferentes, y que de alguna manera valió la pena esa espera. Sin duda, la vida nos sorprende en cada instante, solo que nosotros sólo nos damos cuenta la mitad de veces.

A mí me ha sorprendido con una nevisca que me enseña no sólo a ver sino a observar las partes insuficientemente claras que aparecen en mi camino. Me enseñó también que a veces el mejor avance, es una buena espera.

Manuel Baile