20.5.06

El Caos XIV: Sirena


Si consiguiera apagar las luces
y sólo pudiera divisar tu sombra
pensaría que con sólo una penumbra
volvería a soñar con peces

Si los surcos de la mar se estremecen
cuando baja la sirena y los alumbra
pensaría que los peces llegan a su tumba
porque su belleza los empequeñece

Y si la sirena no aparece
en la mar oscura y sin ternura
puede que los peces llamen a la locura
soledad sin amor que se entristece

Y es que sólo digo algunas veces
no es tan pobre el arrojado a la tortura
siempre y cuando quien te alumbra
sea tu sirena y no los peces.

¿Quieres ser mi sirena?


Yo soy sólo un pez loco,
suelto a la deriva de la mar herida
que llora tu ausencia a todas horas
porque mi sirena se pierde tras corales de la esencia.

Allí donde no se encuentran los aromas y las feromonas de los cuerpos del delito.
Pequeño pez fortalecido,
cuando baja la sirena entre suspiros
reencontrados de un pececito que intenta llenarla de poblados abrazos
en ausencia de sueños mutilados.

¿Será pareja pasajera la del pequeño pez y su sirena?
¿Bajará desde muy lejos la sirena a encender las luces de la mar dormida,
cuando la luna, que en otras lindes también fue sirena,
ahora es testigo reflejado en el mar donde el cuento acontece?.

Dicen los ancianos que en los tiempos de los peces,
allí donde se halló este pequeño relato,
había un pez que cayó rendido por su sirena y que tras años de intentos baldíos,
la sirena bajó una noche y se lo llevó para siempre.

Se fue a dormir el sueño eterno y no despertó,
porque como cuenta la leyenda cuando una sirena se lleva a un pez,
la sirena muere como las abejas cuando pican,
y el pez en ausencia interrumpida muere de tristeza pensando que su sirena a muerto
y también a muerto su vida.

Sergio Úbeda